- Buenas tardes. ¿Tendría unos minutos?
- Hola. Buenas tardes. ¿Qué quería?
- Mi nombre es Eva; encantada señor…
- Puede llamarme Gonn.
- De acuerdo, Gonn. ¿Conoce la palabra de Dios?
- Ah, se trata de “eso”. Pues sí, algo conozco. He leído la Biblia si se refiere a eso.
- Vaya, ¡qué sorpresa! Últimamente no es muy frecuente encontrar jóvenes que se molesten en saber acerca de Dios nuestro Señor. ¿Y eres practicante o solo católico por tradición?
- Pues temo defraudarla si le digo que no soy ni practicante, ni católico, sino ateo.
- Ah, pues más razón para estar aquí. Si ha leído la Biblia, entiendo que tendrá ciertas dudas o inquietudes acerca de la existencia de Dios, ¿no es así?
Y así empezó una divertida tarde hace una semana, en la que tuve oportunidad de hablar directamente con una mujer creacionista, acerca de lo divino y lo humano. En las siguientes líneas intentaré recrear como fue más o menos el encuentro.
Gonn: Pues inquietudes sí, muchas, pero más de índole científico. Mire, como tengo un rato y sé que lo está deseando, pase y charlamos un rato, aunque creo que ambos sabemos el resultado de la conversación.
Eva: Muchísimas gracias. Que se preste a oír la Palabra de Dios es el primer paso hacia la Salvación. Tome este valioso documento que podrá leer tranquilamente después y verá como le hace replantearse muchas cosas.
[El susodicho documento era un panfleto titulado “¿Es la vida obra de un Creador?”, al que luego haré referencia]
G: Sí, ya. Entonces asumo que es ¿evangelista?
E: Efectivamente. Y como sabrá, una de mis labores es transmitir la Palabra del Señor y…
G: Ok, ok, eso me queda claro. Entonces, ¿cuál es esa Verdad que tanto ansía transmitirme?
[Y ya, tranquilamente sentados en el salón, empezó la diversión...]
E: La Verdad Única, la de Dios nuestro Señor. Usted dice no creer…
G: Podemos tutearnos, ¿no?
E: De acuerdo. Tú dices no creer en Dios y yo te voy a demostrar Su existencia.
G: ¿Con la Biblia? Porque de ser así, no vamos a ningún lado. Primero deberías demostrarme que lo que dice ahí es cierto y me temo que lo mucho que puedes hacer es darme tu interpretación.
E: Efectivamente, la interpretación es clave, pero para evitar tu escepticismo, dejemos la Biblia a un lado, por ahora.
[Eva abre el panfleto y me muestra el primer capítulo: “El Planeta vivo”. Las ilustraciones no están mal, son atractivas. Aprovecho para ver que la editorial es “Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania”.]
E: ¿Sabías que la vida en la Tierra jamás habría existido de no ser por una serie de increíbles coincidencias? Su ubicación en la Vía Láctea y concretamente en el Sistema Solar, su grado de inclinación, su órbita, su velocidad, su campo magnético, su atmósfera, su Luna, etc. ¿Realmente crees que todas esas características que en su conjunto han permitido la vida en la Tierra son producto del azar? ¿No es más lógico pensar que son producto de un diseño y por tanto existe un diseñador?
G: ¿Y no son producto del azar las características que han dado lugar a Venus, Neptuno o la estrella Aldebarán? Teniendo en cuenta que solo en nuestra galaxia hay unos 100.000 millones de estrellas y que se estima que existen unos 100.000 millones de galaxias, las posibilidades son casi infinitas. No veo diseño alguno en las características de la Tierra.
E: Pero es que se dan todas las características a la vez…
G: Sí, igual que las características de Venus son otras… ¿ha sido Venus diseñado?
E: No. En Venus no hay vida. Dios ha diseñado la Tierra para albergar la vida que Él ha puesto sobre ella.
G: Es decir, que lo que determina el diseño es que exista vida. Como demostración deja un poco que desear. La existencia o no de un diseño no puede venir dada por la presencia de vida. El ser humano diseña constantemente desde moda hasta máquinas que no son seres vivos. Según tú argumento, eso no serían diseños ya que no implican la presencia de vida…
E: Pero esas máquinas han sido diseñadas por alguien con vida.
G: No nos vayamos por los cerros de Úbeda. Estamos hablando del diseño, no del diseñador. Si hay diseño, no puede depender de la existencia o no de vida. Si la Tierra pudo ser diseñada, Venus o Marte también.
E: Vale, pero la Tierra tiene unas características que Marte o Venus no tienen, con lo que…
G: Y Venus o Marte tienen una serie de características que la Tierra no tiene. Estamos en las mismas. Como te decía al principio, existen tantísimos planetas en el Universo que no sería de extrañar que terminemos encontrando más planetas con las “increíbles” características de la Tierra.
E: Ninguno será como la Tierra.
G: Ya veremos. De momento, todo indica que hace millones de años era Marte quien albergaba vida y de hecho, es probable que la albergue aún bajo su superficie. ¿Fue Marte diseñado entonces?. Por otro lado, podría hablarse largo y tendido sobre ese supuesto diseño perfecto de las características de la Tierra: ¿Por qué entonces su órbita es cruzada por meteoritos cada x años? ¿Por qué se invierten los polos magnéticos dando lugar a extinciones periódicas? ¿Por qué existen terremotos y volcanes que asolan el planeta cada tanto? ¿Por qué hay glaciaciones, calentamientos y extinciones cada tanto? Para ser el diseño de un Dios perfecto, no parece muy logrado…
E: Bueno, dejemos los diseños de momento. ¿Qué formación tienes?
G: Vaya cambio… Soy científico. Concretamente biólogo. ¿Y tú?
E: Soy licenciada en filología. Veo que sabes algo del tema.
G: Algo…
E: Bien, hablemos ahora del tema que has sacado antes, el diseño de las cosas que fabrica el ser humano. Las cosas que diseñamos no dejan de ser burdas copias de lo que ya existe en la naturaleza. Es decir, tenemos a inteligentes ingenieros copiando diseños de la naturaleza cuyo origen se encuentra en ¿procesos evolutivos desprovistos de inteligencia? Si la copia requiere un diseñador inteligente como el ingeniero, ¿no parece lógico que lo necesité también el diseño original?
G: Bueno, vamos por partes. Para empezar, el ser humano diseña y ha diseñado infinidad de cosas. Algunas veces copiando a la naturaleza y otras muchas veces partiendo de cero. No creo que nos basáramos en ningún bicho para crear ordenadores, internet o el motor de un Ferrari. Por otro lado, no me parece lógico en absoluto que se precise un diseñador para crear algo que luego es copiado por un diseñador inteligente, el ser humano. ¿Por qué el ala de un pájaro que copiamos para diseñar el ala de un avión debería haber sido diseñada previamente por un diseñador inteligente? El ala del pájaro se ha generado tras un proceso evolutivo, de lo cual sí tenemos pruebas, y no de un diseñador, de lo cual no tenemos pruebas.
E: Pero, ¿no es más lógico pensar que hay un diseñador tras el diseño?
G: ¿Y no es más lógico pensar que es el Sol el que gira y no la Tierra? No podemos quedarnos con la primera impresión. Para eso estudiamos, para profundizar y conocer la realidad, o al menos, aproximarnos lo máximo posible. Del diseñador no tenemos pruebas. Del proceso evolutivo tenemos miles. Así que…
E: ¿Cómo es posible que no veas que existe un diseño en las patas de un geco? Tiene diseñadas las patas precisamente para andar por superficies extremadamente lisas.
G: Es que un geco “no tiene patas para…”, sino que “tiene unas patas adaptadas a…”. El argumento teleológico que propones implica una finalidad en el diseño de las patas del geco, pero la evolución nos enseña que esto no es así. Si así fuera, difícilmente podríamos explicar por qué el geco tiene esa característica y no el resto de animales que conviven en su hábitat. El geco se ha adaptado de ese modo, al igual que otros animales se han adaptado de otros modos, como puede ser incrementando su velocidad, sus garras o dientes, variando su pelaje, etc. Eso por no hablar del hecho de que difícilmente íbamos a encontrar explicación para ciertos “diseños”, como las alas de un avestruz o el apéndice de los seres humanos.
E: Pero es que Dios no va a hacer a todos los animales iguales. Unos tienen garras y otros patas como el geco.
G: Sí pero una vez metas a Dios en el juego, deberás demostrarme, primero, que Dios existe y, segundo, que es el responsable de dichos diseños. Y me temo que no puedes. Sin embargo, la evolución sí ha sido demostrada. No sé exactamente qué se sabe al respecto de las patas del geco, pero en muchos otros casos se ha podido demostrar cómo evolucionó un determinado bicho hasta el ejemplar actual, como en el caso del caballo, o cómo evolucionó un determinado órgano, como es el caso del ojo.
[Y hasta aquí la primera parte de mi encuentro creacionista. Me consta que las respuestas no son excesivamente detalladas, pero el tipo de discusión tampoco me permitía ir más allá. El próximo día la segunda parte.]
