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De ratones y hombres: amor, fidelidad, familia y cuidados parentales

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la_quimica_del_amor oxitocinaTradicionalmente el ser humano ha tendido a considerarse la cúspide de la vida, totalmente aislada del resto de las especies por supuestas barreras infranqueables para el resto de los animales. Y así la tendencia habitual es a definir casi cualquier comportamiento humano, sobre todo los más “elevados” como el amor tanto en su variante de pareja como en la parental como exclusivo de nuestra especie, pero ¿es eso cierto?

Pero antes de entrar en cuestión, déjenme presentarles a dos especies de pequeños roedores emparentados. A la izquierda de la fotografía se encuentra el ratón de campo norteamericano (Microtus ochrogaster) y la derecha el ratón de monte (Microtus montanus) también norteamericano

A la izquierda de la fotografía se encuentra el ratón de campo norteamericano (Microtus ochrogaster) y la derecha el ratón de monte (Microtus montanus) también norteamericano

Especies que a pesar de estar muy emparentadas presentan comportamientos sociales muy diferentes. Así mientras los ratones de campo viven formando parejas monógamas en donde ambos progenitores cuidan exhaustivamente de las crías durante muchas semanas y son animales sociales, los ratones de monte son mamíferos más al uso ya que la hembra se aparea con un ratón macho de paso, del que no vuelve a saber nada, pare a sus crías en soledad y pocas semanas después las abandona a su suerte para que se valgan por sí mismas mientras que el padre lleva ya tiempo buscando una nueva hembra que fecundar. Estas diferencias son también observables en el entorno controlado del laboratorio, de tal manera que las parejas de ratones de campo se miran a los ojos o acicalan y bañan a sus crías, mientras que las parejas de ratones de monte tratan a sus respectivos cónyuges como a otros ratones extraños excepto durante el momento del coito.

Buscando el origen de estas acusadas diferencias de comportamiento tanto sexual como parental, investigadores estadounidenses del NIH examinaron los cerebros de animales pertenecientes a ambas especies. Aunque los cerebros de ambos tipos de roedores eran muy similares el estudio mostró una importante diferencia. Los ratones de campo (monógamos y padres responsables) tenían muchos más receptores para una hormona llamada oxitocina (encargada de regular los más diversos procesos fisiológicos) en diversas partes de su cerebro que los despreocupados padres polígamos pertenecientes a la especie de monte. Los investigadores confirmaron que estas diferencias asociadas al comportamiento también aparecían en otras dos especies relacionadas, el monógamo ratón de los bosques (Microtus pinetorum) y el polígamo ratón de la pradera (Microtus pennsylvanicus), dando validez a su descubrimiento previo. Además mientras las hembras de las especies menos cuidadosas con su progenie mantenían altos niveles de receptores de oxitocina sólo tras un breve periodo de tiempo tras el parto, las hembras de las especies más maternales tenían siempre elevados estos niveles en sus cerebros. Inyecciones de oxitocina en el cerebro de ratones de campo aumentaban los síntomas característicos de la monogamia y el cuidado maternal mientras que no tenían efecto en los ratones de monte (ya que carecen de los receptores en las partes del cerebro adecuadas) y la inyección de agentes bloqueantes de los receptores de oxitocina impedían la conducta monógama y la conducta social de los animales. Posteriores experimentos con animales a los que se había inutilizado el gen de la oxitocina antes del nacimiento mostraron un problema de amnesia social puesto que estos ratones eran incapaces de recordar a los ratones que ya habían conocido previamente, aunque la inyección de la hormona en la amígdala medial del cerebro de estos animales que no sintetizaban oxitocina les devolvía su memoria social.

En resumen, que en ratones silvestres la monogamia, los cuidados paternos y la habilidad social están controlados básicamente por una hormona ridículamente pequeña, de tan solo nueve aminoácidos (recordemos que generalmente las proteínas son mucho más grandes, por ejemplo la hemoglobina de la sangre está compuesta por cerca de 600 aminoácidos). Y estos estudios se han corroborado en diferentes especies: rata, hámster, pez cebra, conejo o marmota.

Pero ¿estos resultados en diferentes animales se pueden extrapolar a seres humanos? Pues bien, diversos ensayos de doble ciego de administración de oxitocina frente a placebo en humanos han demostrado que esta sustancia aumenta la confianza entre individuos, mejora la selección de aliados dentro de un grupo, incrementa la cooperación entre personas del mismo grupo [1 y 2], facilita la interacción social y también la interacción padre-bebe. Todavía nadie se ha atrevido a diseñar (o no ha recibido los permisos oportunos) un experimento en el que se pruebe el papel de la oxitocina en la elección de pareja, pero a la vista de todos los datos anteriores podemos suponer con bastante certeza que esta hormona (entre otras muchas) estará implicada también en mayor o menor medida en la modulación de los sentimientos humanos.

En resumen ¿podemos seguir defendiendo por ejemplo que la atracción hacia nuestras parejas o hijos es una muestra exclusiva del más puro y elevado amor humano o tiene algo (o quizás mucho) que ver con mecanismos ancestrales de supervivencia de nuestra especie, modulados por la selección natural a lo largo de millones de años?

Por cierto, ahora que proliferan las más variadas empresas ofreciendo el oro y el moro biotecnológico para resolver todo tipo de problemas personales, espero con ansiedad la aparición de una de ellas que comercialice oxitocina para mejorar las relaciones humanas:

¿Su jefe es un tirano?¿su pareja está perdiendo interés por usted?¿el otro progenitor se desentiende y no hace caso a los niños? No se preocupe. La solución, Oxytocin-Plus Forte y adiós al stress social. Y por supuesto, rechace imitaciones porque sólo Oxytocin-Plus Forte es la única y auténtica hormona de la felicidad.

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