De todos los países desarrollados sólo en los muy particulares EEUU se mantiene la anacrónica resistencia a la enseñanza de la evolución dentro del sistema educativo universitario. Y aunque por supuesto son las universidades cristianas, sobre todo las evangélicas, las que se oponen más férreamente a la biología darwiniana resulta que enseñar evolución en las universidades públicas tampoco es fácil.
Y como ejemplo el Dr. James J Krupa, profesor de biología en la Universidad estatal de Kentucky que ha escrito un esclarecedor artículo narrando algunas de sus vivencias docentes ocurridas durante los más de 20 años que ha dedicado a la enseñanza de la evolución. Así cuando, a diferencia de otros muchos profesores estadounidenses, comenzó a basar su actividad docente en la Teoría de la Evolución, pilar básico sin el cual no se puede entender nada de biología se encontró con una fuerte resistencia por parte de algunos estudiantes (universitarios por cierto) ya que
No pasó mucho tiempo antes de que empezara a escuchar a una minoría de estudiantes que se oponía enérgicamente: “¡Me siento muy ofendido por sus conferencias sobre la evolución!. ¡Aquellos que creen en la creación no son ignorantes de la ciencia!. ¡No tiene derecho a tratar de forzar la [enseñanza de la] evolución en nosotros!. ¡Su trabajo consiste en enseñar [la evolución] como una teoría y no como un hecho que todas las personas inteligentes deban creer!. ¡La evolución no es un hecho probado. No debería ser enseñado como si lo fuera. No se puede observar de ninguna manera cuantitativa y por lo tanto, no es realmente ciencia!
Y recordemos que estos comentarios provienen de personas que están recibiendo la mejor enseñanza y que con suerte en pocos años se graduarán, exhibiendo por el mundo su título de licenciado. Tal es así que rápidamente llamó la atención del sector más reaccionario de la docencia universitaria estadounidense y
Un pastor local, a quien nunca he conocido, escribió un artículo en “The University Christian” quejándose de que, no sólo estaba enseñando evolución e ignorando el creacionismo, sino que estaba enseñando una religión alternativa no cristiana.
Durante estos años la resistencia a sus clases (en una universidad pública recordemos) se ha mantenido por parte de diversos estudiantes ya que como comenta
Algunos estudiantes se ofenden con mucha facilidad. Durante una conferencia, un estudiante hizo una pregunta que he escuchado muchas veces: “Si hemos evolucionado de los monos, ¿por qué hay todavía monos?” Mi respuesta fue y es siempre la misma: que no evolucionamos de los monos. Los humanos y los monos evolucionaron a partir de un ancestro común. Una población ancestral evolucionó en una dirección hacia los monos de hoy en día, mientras que otro evolucionó hacia los seres humanos. La explicación convence a la mayoría de los estudiantes, pero no todos, así que intenté otra. A los estudiantes les hice considerar esto: los católicos son la denominación cristiana más antigua, y por tanto si los protestantes evolucionaron de los católicos, ¿por qué hay todavía católicos? Algunos estudiantes se rieron, algunos encontraron el ejemplo clarificador y otros se sintieron claramente ofendidos. Dos días después, un estudiante caminó hasta el atril después de clase y me informó de que estaba equivocado acerca de los católicos, ya que los Baptistas eran los primeros cristianos y que esto se explicaba claramente en la Biblia ya que su madre se lo dijo. Le pregunté dónde estaba eso escrito en la Biblia. Él me miró y dijo: “¡Juan el Bautista, duh!” y luego se alejó.
¿Observan el problema de fondo? No sólo es que este fanático alumno estuviera totalmente equivocado al incluir a un judío (que por supuesto ni era ni sabía lo que significaba ser cristiano) en una variante religiosa aparecida en el siglo XVII, es que como ha sido condicionado mentalmente desde su infancia para aceptar “verdades” incuestionables es incapaz en la práctica de razonar. Y este pobre ignorante puede acabar siendo todo un licenciado.
A continuación el Dr. Krupa pasa a exponer lo que probablemente es el eje principal sobre el que pivota todo el largo y estéril “debate” sobre evolución
En la ciencia, algo puede ser tanto una teoría [científica] y la realidad. Sabemos que la existencia de patógenos es un hecho; la Teoría de los Gérmenes ofrece explicaciones comprobables sobre la naturaleza de la enfermedad. Sabemos que la existencia de células es un hecho, y que la Teoría Celular proporciona explicaciones comprobables de cómo funcionan las células. Del mismo modo, sabemos que la evolución es un hecho, y que las teorías evolutivas explican los patrones y mecanismos biológicos. El difunto Stephen Jay Gould lo explicó mejor: “La evolución es una teoría. También es un hecho. Y los hechos y las teorías son cosas diferentes, no renglones en una jerarquía que aumenta en seguridad. Los hechos son los datos del mundo. Las teorías son estructuras de ideas que explican e interpretan los hechos”.
y que permite el argumento (entre ignorante e interesado) de que la Teoría de la Evolución es sólo una “teoría” ya que
La teoría es la herramienta más poderosa e importante que tiene la ciencia, pero los no científicos han pervertido y diluido la palabra para referirse a una corazonada, noción o idea. Por lo tanto, demasiadas personas interpretan la frase “teoría de la evolución” como “corazonada evolutiva.”
Pero si a estas alturas del conocimiento confundir teoría con corazonadas únicamente exhibe una palpable ignorancia, sorprende mucho más cuando quien comete ese inexcusable error es todo un profesor universitario que debe enseñar la propia biología tal y como indica nuestro protagonista
No es de extrañar, me paso la primera semana de clase diferenciando la teoría de los hechos, así como la definición de otros términos críticos. Pero estoy consternado por algunos de mis colegas que, a pesar de ser científicos, no entienden el significado de la [palabra] teoría. Mientras me preparaba para enseñar una clase de segundo año de evolución hace unos años, un colega de biología preguntó cómo me iba a acercar a la enseñanza de la evolución. En concreto, me preguntó si iba a enseñar la evolución como una teoría o un hecho. “Voy a enseñar la evolución como teoría y realidad,” le dije, tratando de ocultarle mi frustración. No importó. Mi colega simplemente se alejó, cuestionando probablemente mi competencia para enseñar la asignatura.
No me digan que esto no es motivo suficiente para el despido casi automático y la incapacitación profesional de un docente, supuestamente experto en biología, que sin embargo no comprende los fundamentos básicos no ya de su especialidad sino de la propia estructura de la ciencia.
A continuación Krupa pasa a mostrar una de las grandes lagunas del sistema educativo estadounidense.
Rara vez tengo estudiantes de Kentucky que hayan estudiado evolución humana en el bachillerato y éstos son por lo general los que asistieron a las escuelas secundarias de los grandes centros urbanos como Louisville o Lexington. Dada la facilidad con que puede provocar a los padres, la enseñanza de la evolución humana es una rareza en la escuela secundaria, tanto es así en Kentucky que me sorprendió cuando llegué por primera vez. Yo había asumido ingenuamente que era algo que todos los estudiantes aprendían. Tuve la suerte de haber asistido a la “Omaha Central High School” en Nebraska, donde los profesores de ciencias eran excelentes a la vez que estimulantes. Nunca esquivaron temas controvertidos relacionados con su ciencia. Un maestro en particular […] dedicó un semestre completo a la evolución humana. Su fascinación con la evolución encendió mi pasión por el tema. Él fue la primera persona que me habló sobre el choque milenario entre ciencia y religión, y cómo la evolución estaba ahora en el centro del conflicto. Él me ayudó a darme cuenta de que la defensa de la ciencia y de la evolución es una obligación.
Y claro si la evolución en general es rechazada por los alumnos religiosos, pues cuando se aborda específicamente el tema de la evolución humana pues acaban saltando chispas. Pero mejor dejemos que sea el propio Krupa quien nos presente algunos ejemplos.
La historia de nuestro pasado evolutivo cautiva a muchos de mis alumnos, mientras que enfurece a otros. Durante una conferencia, un estudiante se puso de pie en la fila de atrás y gritó a todo e
l auditorio que Darwin denunció la evolución en su lecho de muerte, un mito propagado intencionalmente por los creacionistas. El estudiante entonces hizo saber que todo lo que estaba enseñando era mentira y se precipitó fuera de la sala, cerrando la puerta de un portazo. Unos años más tarde, durante la misma conferencia, otro estudiante también gritó desde la última fila que estaba mintiendo. Dijo que nunca se habían encontrado fósiles de transición, a pesar de la multitud de formas de transición que yo había estado explicado durante todo el semestre. Muchos de sus compañeros se sorprendieron por su combatividad, sobre todo cuando ella salió furiosa, también cerrando la puerta de un portazo.
Por lo que es habitual el abandono ideológico de esta asignatura.
La mayoría de los semestres, un número significativo de estudiantes dejan abruptamente [mis clases] tan pronto como se dan cuenta de que el tema es la evolución humana.
A continuación nuestro profesor nos recalca que
Después de un semestre lleno de pruebas sobre la evolución, culminado con una dosis de [análisis de] medicina evolutiva, uno podría esperar que hasta el último estudiante lo entendiera y lo aceptara como un hecho. Por desgracia, este no es el caso. Hay quienes siguen convencidos de que la evolución es una amenaza a sus creencias religiosas. Sabiendo esto, me siento obligado a dar una conferencia sobre “resistencia social a la evolución” como tema final. En esta conferencia se establece la historia de los movimientos anticiencia y anti-evolución, los argumentos de aquellos que se oponen a la evolución, y por qué estos argumentos están equivocados. Quiero dejar claro que uno puede aceptar la evolución y mantener sus creencias religiosas. No son mutuamente excluyentes.
Entre los grupos religiosos y organizaciones que apoyan la enseñanza de la evolución están la Iglesia Episcopaliana, la Federación Luterana Mundial, la Iglesia Metodista Unida, la Iglesia Presbiteriana, los Universalistas Unitarios Unidos, la Iglesia Católica Romana y el Congreso Judío Americano. De hecho, el 77% de todos los cristianos estadounidenses pertenecen a una denominación que apoya la enseñanza de la evolución, y varios cristianos evangélicos de alto perfil son ardientes defensores de la misma, entre ellos el ex presidente Jimmy Carter y el Dr. Francis Collins, director del Instituto Nacional de Salud. Incluso el Papa Juan Pablo II reconoció la existencia de la evolución en un artículo que publicó en “The Quarterly Review of Biology”, en el que sostenía que el cuerpo ha evolucionado, pero el alma fue creada. El papa Francisco ha dejado claro que él acepta la evolución tal y como es.
Y continúa
Esta conferencia debería tranquilizar a los estudiantes sabiendo que la religión y la ciencia no tienen por qué estar en desacuerdo. De todas las conferencias que doy, ésta es la que provoca las mayores discusiones después de la clase. Y además, a menudo resulta que los estudiantes expresan su preocupación por mi “salvación”. Nunca digo nada acerca de mis creencias religiosas personales, pero se presupone que soy un ateo. Un estudiante me dijo que esperaba que yo pudiera encontrar a Dios pronto. Cuando volví a señalar que Juan Pablo II aceptó la evolución (y ciertamente no era un ateo) el estudiante respondió que los católicos no son cristianos. Varios simpl
emente me hacen saber que estarán rezando duramente por mí. Un estudiante me explicó que como católico devoto que era no tenía más remedio que rechazar la evolución. Me acusó de fabricar las declaraciones del Papa. Cuando le expliqué que podía ir a la página web del Vaticano para una verificación o llamar al Vaticano para hablar con un científico, insistió en que no había tal información disponible desde el Vaticano. Luego me señaló con el dedo y dijo que la única forma en que me iba a creer era si el Papa Juan Pablo II viniera a mi clase a confirmar estas citas cara a cara. El estudiante entonces se precipitó fuera, de nuevo cerrando de un portazo la puerta del auditorio.
Vamos que el equipo de mantenimiento no tiene que dar abasto para cambiar goznes rotos de las puertas del auditorio de la universidad de Kentucky. Sin embargo ahora, quien no parece comprender la realidad es nuestro Dr. Krupa. Todas esas declaraciones por parte de instituciones religiosas a las que alude para no llevar a su última y científica conclusión su asignatura, no son más que un evidente (y patético por cierto) intento, dicho coloquialmente, de “salvar los muebles” (en la medida de lo posible) manteniendo algún atisbo de “certeza” religiosa frente a una ciencia que paso a paso va derruyendo inexorablemente los “incuestionables” muros de la “verdad” revelada. Porque ¿qué argumento es ese de que “el cuerpo ha evolucionado, pero el alma fue creada” sino un desesperado llamamiento al cada vez más insignificante “Dios de los Huecos”?
Después de 150 años de continuos retrocesos, desde una posición inicial en donde el dios judeocristiano fabricó todo tal y como lo vemos, las diferentes iglesias (excepto las más fanáticas) al final han tenido que admitir (a regañadientes por supuesto) las abrumadoras pruebas científicas que indican que el ser humano ha evolucionado desde ancestros simiescos, aunque por supuesto todavía se aferran a la última trinchera (porque más atrás ya no queda nada), esa defensa numantina que argumenta que su dios ha insuflado el alma al hombre. Y por supuesto, en lo que no se ponen de acuerdo los jerarcas de la infinidad de sectas cristianas es en qué preciso momento de la evolución de los homínidos ocurrió esta intervención divina. ¿Fue al H. habilis, al H. erectus, al neandertal o quizás haya que remontarse mucho antes, hasta Lucy la australopiteca o por el contrario sólo al H. sapiens fue al que insufló dios todopoderoso el alma inmortal?
Sin embargo estos fanáticos estudiantes cristianos de nuestro profesor Kropa, que siguen aferrados a la incuestionable e irreprochable lógica que les ha sido imbuida en su todavía reciente adoctrinamiento mental, opinan acertadamente que si la Biblia es la palabra verdadera de un dios perfecto ningún simple humano puede interesada o cobardemente elegir que parte de ella considera verdadera y qué parte es sólo una mera narración poética (por mucho que lo diga el papa o el gran consejo luterano en pleno), porque ello inexorablemente conduce a concluir que si hay partes científicamente erróneas en la “verdad” revelada por un dios omnisciente, entonces porqué van a existir argumentos bíblicos verdaderos y consecuentemente todo el edificio de la fe se derrumba.
Este esquizoide comportamiento de no querer extraer las inevitables consecuencias lógicas del frontal enfrentamiento entre darwinismo y religión fue claramente expuesto (sin que sirva de precedente) por Juan Manuel De Prada, escritor y columnista apegado al más rancio conservadurismo y cristiano preconciliar ferviente donde los haya, en un artículo suyo que comenté hace algún tiempo en mi blog personal. De Prada escribió
Siempre he admirado a las personas que dedican su vida a la búsqueda de la verdad, tengan o no tengan fe; y siempre me han parecido odiosas las personas que, para chanchullear con el mundo, renuncian a buscar la verdad. A algunos de estos chanchulleros me los he encontrado departiendo sobre la tesis darwiniana del evolucionismo y los dogmas teológico
s del cristianismo; enseguida, en cuanto los confrontas con esta espinosa cuestión, saltan como resortes: «No hay conflicto alguno entre evolucionismo y cristianismo». Y, ciertamente, no tendría por qué haberlo si ambos fuesen ciertos, porque la ciencia y la fe tienen el mismo fin, que es el hallazgo de la verdad, aunque sus procedimientos sean diversos (el método empírico en la ciencia, la Revelación en la fe). Pero la cruda verdad es que las tesis de Darwin y el dogma cristiano colisionan de frente. Esto es algo que todos los evolucionistas ateos o agnósticos con los que he conversado tienen clarísimo (en lo que, al menos, demuestran probidad intelectual); pero algo que los evolucionistas creyentes prefieren ignorar, en un ejercicio flagrante de deshonestidad intelectual.
Porque tal y como muy acertadamente expuso en su monumental obra “Esquema de la Historia” el gran escritor H. G. Wells
Si todos los animales y el hombre se han desarrollado mediante evolución, si no ha habido primeros padres, ni Edén, ni Caín, todo el edificio del Cristianismo, la historia del primer pecado y la razón de su expiación se derrumban como un castillo de naipes.
Eso es lo que claramente entienden los alumnos fundamentalistas de la Universidad de Kentucky (y por lo que se ofenden tanto y tan justificadamente) y lo que el esforzado profesor Krupa ha sido incapaz de decir en público en sus varias décadas de enseñanza de evolucionismo (aunque como persona inteligente que muy probablemente es lo comprende a la perfección) porque aunque imparta clases en una universidad pública, la presión del cristianismo en los EEUU es tal que no es muy recomendable hacer publicidad de teorías anticristianas por muy sólidas y científicas que estas sean. Simplemente recordar que las constituciones actualmente vigentes en siete estados de Norteamérica prohíben expresamente a los no creyentes (ateos y agnósticos) el acceso al empleo público y que en el estado de Kentucky (en donde vive el propio Krupa) los ateos pueden ser encarcelados por “no reconocer al Dios todopoderoso”. Puede que estas leyes estén más o menos en desuso o no (en el caso de Kentucky al ser tan reciente parece que se promulgó con vistas a su aplicación) pero en el país de las demandas judiciales por excelencia no sería descabellado ser enjuiciado por culpa de un par de tus propios alumnos literalistas bíblicos.
Y así en resumen, va transcurriendo la vida de todo un profesor universitario de biología, oscilando entre las acusaciones de ignorantes fanáticos (que deberían volver a la escuela elemental para repetir toda su formación académica) y la necesidad de buscar ayuda entre los menos alucinados miembros del siempre particular rebaño cristiano para poder seguir intentando enseñar uno de los grandes logros del conocimiento científico.
¿Se imaginan que un profesor universitario de física tuviera que justificar las leyes newtonianas, durante su última exposición de la asignatura de Mecánica Clásica, con el argumento de que poseen la aquiescencia del Gran Consejo de los Lamas tibetanos y que media docena de grandes santones hindúes (de esos que se purifican en el Ganges) las consideran compatibles con los sagrados Upanishades? Pues así andamos en el supuestamente desarrollado mundo del siglo XXI.
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