
Poco importa que desde hace décadas se sepa que bacterias y protozoos intercambian regularmente genes, lo cual les ha permitido desarrollar a gran velocidad adaptaciones como la resistencia a antibióticos. Por supuesto dicho descubrimiento no cambia las cosas para quien ya viene con sus ideas preconcebidas de fábrica: una cosas son los microorganismos y otra los organismos “superiores”. Las especies pluricelulares son mucho más complejas y jugar a ser Dios nos acarreará horribles consecuencias, como nos advirtió Mary Shelley en su inmortal obra.
A los defensores de este escenario les toca ahora volver a cambiar de tercio y reelaborar su discurso (porque mucho me temo que cambiar de opinión está fuera de toda discusión). El pasado mes de marzo se publicó en la revista Genome Biology un muy interesante artículo de Alastair Crisp, Chiara Boschetti y colaboradores en la que analizan en detalle el genoma de 26 especies animales (10 primates, 12 moscas y 4 nemátodos) con resultados sorprendentes.

A continuación compararon los genes obtenidos con bases de datos de genes para comprobar si provenían de animales o de no animales. Al hacer la comparación tanto en animales como en no animales se pueden descartar los genes que surgieron hace millones de años y se heredaron cuando apareció el reino animal. Dichos genes mostrarán un buen grado de coincidencia tanto en una base de datos como en la otra, mientras que los genes que han sido adquiridos recientemente mostrarán una gran coincidencia con genes no animales pero no con los animales.
Los resultados, como he dicho, son sorprendentes. Los nemátodos tenían en promedio más de 170 genes que no provenían del reino animal. Las moscas, en cambio, apenas tenían 40. ¿Y los primates? Pues se sitúan en un término medio con poco más de 100 genes que provienen de otros reinos. Y uno de los primates investigados era nada menos que el ser humano. Nuestro código genético tiene unos 128 genes que hemos adquirido de especies fuera del reino animal. Por ejemplo, el gen HAS1-3, que codifica un importante polisacárido que forma parte de la estructura celular, proviene de un hongo. Este gen se encuentra en todos los cordados, pero no en otros animales, lo que sugiere que fue adquirido por un ancestro común de los cordados poco antes de su diversificación. Otro gen, el FTO, que está asociado con la obesidad y la regulación de la grasa, parece que proviene de un alga. Y nuestro sistema ABO sanguineo proviene de bacterias.
Estos genes “extranjeros” suelen estar relacionados directamente con actividades metabólicas y enzimáticas cruciales, por lo que se puede decir sin temor alguno que sin ellos seríamos totalmente inviables y que somos lo que somos gracias a que somos organismos genéticamente modificados.
Referencia
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