Aunque ciencia y religión son conceptualmente excluyentes, puesto que mientras la primera está siempre en constante búsqueda y perfeccionamiento poniendo a prueba sus hipótesis, la segunda exige una total sumisión intelectual a planteamientos absolutamente irracionales que se mantienen incuestionables independientemente de las pruebas que existan en su contra, hay una categoría muy particular de individuos que intentan denodadamente (y por supuesto sin ningún resultado) armonizar estas tan contradictorias facetas humanas: son los científicos cristianos.
Y quizás el ejemplo más paradigmático de esta cada vez más rara especie en vías de extinción son los astrónomos del observatorio del Vaticano, personas que generalmente han realizado un doctorado en ciencias y que además de ser sacerdotes o monjes católicos a su vez poseen estudios teológicos. Y es evidente, tal y como comentó el famoso Dr. Monod, que en estos individuos se presenta en su máxima expresión esa terrible esquizofrenia resultado de intentar encajar, aunque sea a martillazos, los mitos inventados por individuos que en la actualidad serían considerados sin ninguna duda analfabetos científicos y provenientes de una época en donde el conocimiento era todavía incapaz de diferenciar la astronomía de la astrología, de los cada vez más impresionantes descubrimientos científicos.
Así, el Dr. José Gabriel Funes, jesuita, astrónomo con más de veinte artículos científicos en su haber y director del Observatorio Vaticano acaba de ilustrar como nadie este terrible comportamiento bipolar. Preguntado acerca de los nuevos hallazgos astronómicos que revelan la existencia de planetas muy similares a la Tierra, tanto en estructura como condiciones, su parte de científico al igual que un Dr. Jekyll ha declarado muy razonablemente que en ellos
podría haber vida y a lo mejor alguna forma de vida inteligente
opinión que puede ser compartida en la actualidad por cualquier investigador sea astrónomo o no, ya que sería altísimamente improbable que, en un Universo en donde los posibles planetas compatibles para las formas de vidas similares a las terrestres pueden ser más numerosos que los granos de arena de todas las playas de nuestro planeta, el ser humano fuera la única especie inteligente que hubiera evolucionado en este casi infinito e intemporal Cosmos.
Pero cómo no, su alter ego, ese Mr. Hyde oscuro que habita en las profundidades de la mente de cualquier investigador creyente ha salido a la luz y ha opinado también siguiendo los parámetros clásicos de la irracional lógica religiosa. Así nuestro astrónomo ha indicado que por supuesto en caso de existir, estos planetas y sus habitantes alienígenas habrían sido creados como todo el resto del Universo por Dios, el católico se entiende, puesto que él sabe a ciencia cierta (aunque desgraciadamente nunca tiene tiempo para enseñar las pruebas) que Alá, Purusha, Zeus, Manitú y el resto de las miles de divinidades inventadas por la siempre fértil inventiva humana no han podido ser. Es decir creacionismo pero sólo cristiano, que parece que es el único verdadero.
Y ya desatado en su faceta religiosa, nuestro piadoso investigador ha indicado que por supuesto
El descubrimiento de la vida inteligente no significa que haya otro Jesús. La encarnación del hijo de Dios es un acontecimiento único en la historia de la humanidad y del Universo.
Entonces, según nuestro astrónomo-filósofo-teólogo (puesto que tiene títulos en todas estas disciplinas académicas), los extraterrestres en caso de existir se encuentran o bien libres del pecado original puesto que sus respectivos Alien-Adán y Alien-Eva no se dejaron seducir por la serpiente en su Alien-paraíso ¿o era el mismo Jardín del Edén del que fueron expulsados nuestros pecaminosos antepasados?, que yo suspendí la teología de primero y no me aclaro, o por el contrario también tropezaron con el manzano y por tanto se encuentran como aztecas, melanesios, incas, chinos y demás poblaciones no occidentales a la espera de que misioneros espaciales (bien a través de comunicación radiada o quizás a bordo de sus cristianas naves) les lleven la buena nueva de la redención de sus pecados a través de la siempre necesaria intermediación de la santa madre iglesia católica, eso sí, esperermos que no tengan prisa ninguna porque la noticia va a tardar en llegar. Misterios insondables del conocimiento que muy probablemente el Dr. Funes nos irá desvelando a medida que avancen sus investigaciones.
En resumen, una muestra más del irreversible daño que produce la religión, capaz de infectar hasta las mentes más preclaras y de destruir hasta la más mínima capacidad de raciocinio mezclando conocimiento con las más disparatadas invenciones.
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